martes, 1 de enero de 2019
CAPITULO 5
Cuando la oyó cerrarse, sacó un taburete de debajo de su mesa de trabajo y se sentó. Le temblaban las piernas.
¿Qué era lo que acababa de ocurrir?
¿Quién era el hombre enmascarado?
Y lo que era más importante: ¿Estaba loca? Un extraño había llamado a su puerta y ella le había abierto, le había dejado entrar, le había dejado… que la tocase. Y se había permitido pensar en cómo se habría sentido si la hubiese tocado todavía más.
De hecho, casi había considerado decirle exactamente dónde y cómo tocarla.
Él había dicho que estaría bien que repitiesen aquello. Pronto, había dicho. Ella también lo esperaba.
—Desde luego, creo que tengo que salir más. Estoy empezando a tener fantasías sexuales, o algo —comentó en voz alta.
Dejó el sobre encima de la mesa. Parecía inofensivo. No iba a saltar y morderle.
Lo observó hasta que pensó que estaba preparada para leer su contenido. Entonces, lo tomó y lo abrió. Pedro le había dicho que leyese la carta, así que lo hizo.
En el interior, había una hoja de papel, mecanografiada. No estaba firmada.
Señorita Chaves, esta carta pretende informarle de que un benefactor que desea permanecer en el anonimato se ha dado cuenta del excepcional trabajo que realiza en el orfanato de Lark Summit y desea recompensar su bondadoso espíritu con un pequeño obsequio.
Por favor, póngase en contacto con el jefe de ventas de Maintown Motors lo antes posible. Lo que allí le espera es para usted, para que haga con ello lo que desee.
Le aseguro, señorita Chaves, que es verdad, que es más grato dar que recibir.
—¿Qué es esto? ¿Eso es todo? ¿Dar, el qué? ¿Recibir, el qué? —le dio la vuelta al papel, pero no había nada más.
El teléfono sonó y Paula se sobresaltó. De repente, pensó que era Pedro quien la llamaba para explicarle lo que ponía en la carta.
Descolgó.
—¿Pedro? ¿Qué…? Ah, hola, Clara. No, no, no esperaba a otra persona. En realidad, no. ¡Bromeas! Has encontrado los pájaros cantarines, estupendo —se levantó sin dejar de mirar la carta, deseando alguna otra explicación o, al menos, poder entender la que le daban en ella.
Dejó el papel encima de la mesa, con la parte escrita hacia arriba. Por el momento, tenía cosas más importantes que hacer, en las que pensar.
—Eh… Eso es estupendo. Oye, Clara, a esta mente inquieta le gustaría saber cómo es un pájaro cantarín
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EPILOGO
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