martes, 1 de enero de 2019
CAPITULO 25
—¡Paula! ¡Paula, espera! Maldita sea, Paula, me has prometido que ibas a confiar en mí.
Paula se detuvo en medio del enorme vestíbulo y se acordó de que tenía el bolso y el abrigo en la biblioteca, y de que estaba nevando fuera. Ya que no podía irse a ninguna parte, diría lo que tenía que decir. Se dio la vuelta para enfrentarse a él.
—Y tú me habías prometido que… Olvídalo. La verdad es que no me has prometido nunca nada, ¿verdad? Me contaste un cuento y yo te creí como una tonta. Tú y tu tío, los dos. Han sido todo mentiras. Hacéis muy buena pareja, y yo he hecho el ridículo.
—Debí habértelo dicho antes —admitió Pedro acercándose a ella muy despacio, como si temiese que se echase a correr en cualquier momento—. Lo he hecho muy mal, y lo sé. Quería contártelo, pero el tío Eduardo quería permanecer en el anonimato… Y tú nunca me dijiste nada del regalo. Yo esperaba que algún día confiases en mí y me lo contases, pero no ocurrió.
Paula apartó la mirada, odiaba que Pedro tuviese razón. Debía habérselo contado, pero no lo había hecho.
—Tenía miedo de que la camioneta tuviese que ver con algún negocio ilegal.
Pedro sonrió, y a ella le entraron ganas de pegarle. Lo quería, pero eso no significaba que no se mereciese un buen golpe.
—¿Ilegal, Paula? ¿Cómo iba a ser ilegal?
—¡No lo sé! Te hablé de blanqueo de dinero, aunque eso no tenía sentido. Nada tenía sentido. Y tú me dijiste que eras sólo un intermediario, que venías de parte de un cliente, o algo así. ¿Cómo iba a contarte yo algo que tu cliente no te había contado? Sobre todo, si había algo extraño en todo esto. No quería que me dijeses que tenía que devolver la camioneta, Pedro. Esos niños la necesitaban. Así que… supongo que intenté no pensar en el tema, olvidarme de lo que había pasado.
—¿Y ahora estás enfadada porque tienes un millón de dólares más que hace un rato?
—¡Sí! ¡No! —se frotó la cara con la mano, sin pensar en el maquillaje—. Quiero decir, que también voy a dar ese dinero a Lark Summit. Yo puedo ganarme perfectamente la vida, como he hecho siempre.
—Pero no se te olvida de dónde vienes, ¿verdad? —comentó Pedro.
Ella lo miró fijamente.
—Tú… tío Eduardo… ha hecho que me investiguen, ¿verdad? Supongo que sabes más de mí que yo misma.
—Sé quién eres, Paula. Una buena persona. Y mucho más que eso. Eres como mi padre, aunque hasta hace muy poco no sabía por qué me sentía tan enfadado con él, ni por qué no quería creer las ideas de mi tío. Eres una persona buena que hace cosas buenas.
Ella negó con la cabeza.
—No, no es así. Quiero decir, con respecto a mí, no a tu padre. No intentes santificarme, Pedro. Soy una persona egoísta. Si le di la camioneta a Lark Summit, si decoro la residencia en Navidad y hago cosas así, es porque soy egoísta. Lo hago porque me siento bien ayudando a esos niños.
—Ya discutiremos eso más tarde —dijo él agarrándola de la mano—. Ven, vamos a la biblioteca mientras el tío Eduardo habla con los invitados, quiero ver ese árbol de Navidad hecho con flores de Pascua.
Paula dejó que la guiase hasta la biblioteca, hasta donde estaba el árbol de Navidad de ponsetias, la decoración que más le gustaba de toda la casa.
—Es precioso, ¿verdad?
—Es tal y como lo recordaba —dijo Pedro, inclinándose para darle un beso en la mejilla—. Muchas gracias, Paula. Puedes pensar lo que quieras, y estoy seguro de que lo harás, pero creo que has cambiado mi vida, y también la de tío Eduardo. Cuando empecé con esto, no tenía ni idea de cómo iba a terminar, pero supongo que ha ocurrido. Tal y como diría mi tío, por fin he crecido. Puedes hacer lo que quieras, quedarte o marcharte, pero antes de nada, quiero decirte que te quiero, Paula. Te quiero, y quiero que formes parte de mi vida, si me aceptas. Ahora, y para el resto de nuestros días.
Si había algo que Paula había aprendido al crecer «dentro del sistema» era cómo escoger sus batallas, luchar en ellas, y cuándo era más sencillo rendirse y dejar que ocurriese lo que era inevitable.
Y Pedro era inevitable.
—Oh, Pedro…
—Sé que todo esto está ocurriendo muy deprisa para ti. Y para mí también. Pero cuando te he visto en el vestíbulo, debajo de la lámpara, lo primero que he pensado ha sido que te quería. Después, que me gustaría que hubiese niños sentados detrás de ti en las escaleras, viendo cómo su bellísima madre y su orgulloso padre daban la recepción anual de Nochebuena. Por un momento, Paula, esa imagen ha sido tan clara en mi mente, que he tenido que tomarme el tiempo necesario para volver a la realidad. Pero todo es posible. Si me perdonas por haber sido tan…
Paula le tapó la boca.
—Estás hablando demasiado, Pedro. Por favor, deja de hablar, cállate y bésame…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
EPILOGO
Pedro y Paula entraron en el estudio privado de tío Eduardo. Los dos estaban sonriendo todavía por la manera en que Pedro había atrave...
-
Aquellas fiestas les reservaban una gran sorpresa… Para su sorpresa, la decoradora de interiores Paula Chaves recibió un regalo de u...
-
Una hora antes de que Paula debiese presentarse en Alfonso Hall, Pedro fue a buscar a su tío, que llevaba toda la tarde evitándolo. Lo...
-
—Te he echado de menos en la cena, Pedro —le dijo S. Eduardo Alfonso mientras se sentaba en su sillón favorito en el amplio apartamento...
No hay comentarios:
Publicar un comentario