martes, 1 de enero de 2019
CAPITULO 14
Paula podría haberse resistido. No la estaba agarrando con tanta fuerza mientras hundía los dedos en su pelo.
Pero tenía mucha curiosidad. ¿Serían los besos de Pedro tan devastadores como ella había imaginado?
Además, le gustó el cosquilleo que sintió nada más notar su mano sobre la nuca, una reacción instantánea y placentera que le bajó por los hombros y le recorrió los brazos hasta llegar a la punta de los dedos.
Abrió los labios, sólo un poco, casi de manera involuntaria, y cerró los ojos.
Hacía mucho tiempo…
Levantó los brazos para ponerlos alrededor de él, que la echó hacia los cojines que estaban apoyados en el brazo del sofá. Sus bocas se unieron, y la lengua de Pedro inició una invasión dulce y bien recibida que Paula no tenía intención de rechazar.
Tenía uno de sus muslos, fuertes y duros, entre las piernas y su zona más íntima reaccionó al estímulo.
Los movimientos de Pedro eran estudiados, extraordinariamente cuidadosos, pero a ella no le importó. Ya pensaría acerca de ello más tarde, ya pensaría en todas las mujeres que habían sucumbido a él en otra ocasión.
En ese momento, le tocaba a ella.
Y hacía tanto tiempo…
La camisa se le había salido de la cinturilla de los pantalones y notó que Pedro le iba desabrochando los botones uno a uno, sin separar los labios de los suyos, excitándola con los sensuales movimientos de su lengua.
El corazón se le aceleró todavía más al darse cuenta de que había conseguido desabrocharle el sujetador con facilidad, dejando sus pechos libres. Notó que apoyaba la palma de la mano con firmeza entre ellos, como queriendo decirle que también se había percatado del frenético palpitar de su corazón.
Y que a él también le gustaba la sensación.
Paula se oyó gemir cuando los labios de Pedro se separaron de los suyos, pero arqueó la espalda cuando él dedicó toda su atención a sus pechos, capturando primero un pezón, luego el otro, y trazando un camino de besos húmedos entre ambos. Oyó un ligero sonido, el de la cremallera de sus pantalones bajándose.
Era bueno. Muy, muy bueno…
—Nadie gana, y nadie pierde, Paula —le susurró al oído.
—Eso… no siempre es verdad —contestó ella cerrando los ojos.
El susurro de Pedro había mandado una ola de pequeñas vibraciones a su oído, que había descendido por el cuello.
—¿Estás planeando romperme el corazón, Paula?
Ella lo empujó un poco hacia atrás para mirarlo a los ojos.
—No creo que eso sea posible.
—Te sorprenderían todas las cosas que son posibles, Paula —replicó él mirándola con deseo, haciendo que se le erizase el vello de todo el cuerpo—. Lo sientes, ¿verdad? No estarías aquí si no lo sintieses. Los dos supimos que esto era inevitable desde la primera vez que nos vimos.
Ella apartó la mirada.
—No… no sé lo que… Sí. Inevitable.
Él le acarició el cuello.
—¿Y eso hace que te enfades? ¿Estás enfadada conmigo? ¿O contigo misma?
—Conmigo misma —admitió en voz baja—. Sé quién eres, cómo eres. Y no obstante… no obstante, aquí estoy.
—No soy un mal tipo, Paula. Soy sólo un hombre. Un hombre que te desea. Y mucho. No es sólo sexo, y no es sólo una frase hecha. Creo que podrías ser… importante para mí. Necesaria para mí.
—Ni siquiera me conoces.
—Tengo que corregirte, cariño. Nunca he conocido a nadie tanto como a ti. Existe una diferencia. Una diferencia que creo que deberíamos explorar.
Paula intentó sonreír.
—Esto es ridículo. Estás tumbado encima de mí, y yo, medio desnuda…
—Sí, medio desnuda, pero eso puedo arreglarlo.
—No me interrumpas. Estamos aquí tumbados, manteniendo una conversación profunda y muy extraña. Una parte de mí quiere continuar con la conversación, pero el resto de mi cuerpo tiene otros planes muy distintos.
La sonrisa de Pedro terminó con la poca fuerza de voluntad que le quedaba.
—Podemos parar, posponer algo que es inevitable, o disfrutar el uno del otro. Dime qué es lo que quieres.
Ella levantó los brazos y apoyó las palmas de las manos en sus mejillas, luego, levantó las caderas de manera sugerente.
—Creo… creo que quiero que te calles y que vengas aquí. Si has terminado de hablar, quiero decir.
Él la besó y ella lo besó a él. Se deseaban. Tal y como había dicho Pedro, había cosas que eran inevitables.
Cuando metió la mano para bajarle los pantalones, ella lo ayudó levantando las caderas. Y cuando intentó quitarse el cinturón, le apartó la mano y lo hizo en su lugar.
Y mientras tanto, sus bocas permanecieron unidas, anhelando, simulando el acto. La lengua de Pedro penetrándola, retirándose, capturándole los labios con los suyos. Paula nunca había sentido una pasión tan íntima, un deseo tan extraordinario.
Paula estaba hundida entre los suaves cojines y Pedro dejó de besarla un momento para colocarla bien, incluso aquella breve interrupción la hizo gemir.
Y luego lo sintió en su interior, llenándola. Y lo abrazó con brazos y piernas, en un esfuerzo por tomar de él todo lo que quisiera darle.
Poco a poco, la pasión, el deseo y una dulce y creciente necesidad reemplazaron todo lo demás, y Paula se preguntó quién habría ganado la apuesta en Holidays by Chaves…
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